sábado, 6 de abril de 2019

Ensayo sobre el veganismo

El veganismo… ¿Un imperativo ético?


Desde la prehistoria (cuando el ser humano apenas empezaba a adaptarse al entorno), la alimentación ha hecho parte de las actividades cotidianas, particularmente, una por la que los individuos deben luchar con otros seres de la naturaleza o factores de la misma con el fin de obtener el alimento necesario para sobrevivir. Debido a que la cuestión en ese entonces era de supervivencia, los humanos se encargaban de buscar animales que se encontraran en un buen estado físico y así poder alimentarse de ellos; la razón por la cual estos primeros seres humanos comían más animales que vegetales está ligada a la dificultad que representaba el hecho de comer semillas o frutos de plantas para la ingestión y masticación ya que estos poseían gran dureza, pese a ello, a la hora de alimentarse de carnes animales solían acompañarlas con alimentos vegetales, como brotes, raíces, frutos y hojas [1], que no representaban un obstáculo para su ingestión y complementaban su nutrición, dándole un buen balance.


Actualmente se ha puesto en cuestión la alimentación a base de carne animal y se ha empezado a promover con mayor fervor la práctica del veganismo que defiende el hábito de mantener una dieta (y una vida)  en la que no se presente ningún alimento (u otro elemento) de origen animal. Este siglo se podría decir que ha traído muchas novedades a la cultura general del mundo, y una de ellas es la manera de actuar siguiendo los parámetros de lo realmente correcto pero asimismo de lo políticamente correcto, un punto de subsecuencia derivado de lo anterior, son las reflexiones que poco a poco se han ido planteando (no solo en este siglo) para poner en duda acciones, actitudes o costumbres comunes que se suponen apropiadas o correctas pero que luego del análisis profundo de sus objetivos, maneras de llevar a cabo o consecuencias, se entienden como equívocas e incluso perjudiciales. Pues el asunto que aquí será tratado y ha generado controversia además de abarcar el criterio de esta época, anteriormente mencionado, es: ¿Se debe tomar el veganismo como un imperativo ético? ¿Es necesario eliminar de nuestra dieta los alimentos que tienen origen animal para actuar de manera correcta? ¿Genera mayor bienestar a la naturaleza y a los ecosistemas ser vegano?...


Volviendo a la situación cronológica, si se piensa en el ser humano, este a lo largo del tiempo ha adquirido una posición de superioridad frente a todas las demás especies de la naturaleza, pero en particular frente a los seres de su misma clasificación biológica, es decir los animales; cuando se explica el origen de la palabra, se comprende que ella proviene del latín anima que significa aliento, alma, esta denominación en un principio estuvo fundamentada en la clasificación de los seres vivos según estos fueran organismos animados, dotados de aliento vital (o movimiento), con capacidad de experimentar dolor, miedo, alegría, y demás sentimientos o no lo fueran (en el primer caso el nombre del conjunto sería animales). Sin embargo hoy en día los rasgos para identificar a un animal se basan en otros criterios de carácter biológico tales como la pluricelularidad, la posesión de células eucariotas y la aplicación de medios heterótrofos para conseguir su alimento, entre otros. En lo anterior, entre el ser humano y los demás animales no existe distinción, no obstante,  los lenguajes innatos con los que está equipada la especie humana, y los que con la evolución cultural se han incorporado, adicionado a la autoconciencia, la forma de inteligencia que nos caracteriza, la capacidad de manipular herramientas y crear elementos para nuestro beneficio, son algunas de las estrategias para la supervivencia que desbordaron la ventaja adaptativa inicial de los seres humanos, se dice que esta se ha mantenido y por eso como especie humana, seguimos designándonos como el orden superior dentro de la escala de la naturaleza.


Siguiendo en la línea anterior, de la defensa del ser humano como ser superior en la naturaleza, con capacidad de controlarla, hemos desarrollado una mentalidad de dominio y preeminencia sobre todo lo que nos rodea, esto ha conducido a que se actúe pensando únicamente (en gran parte de las ocasiones) en el interés y beneficio del ser humano e incluso no en beneficio de estos en general, sino en el de unos cuantos particulares (por la ganancia económica que adquieran al realizar una de estas acciones egoístas debido a la influencia capitalista en el mundo de hoy). El “ser racional” poco a poco ha ido evolucionando en el pensamiento, partió del código de conductas morales: 1) ayudar a la familia, 2) ayudar a las distintas comunidades, 3) devolver favores, 4) ser valiente, 5) respetar a los mayores, 6) distribuir de manera justa los recursos, 7) respetar las propiedades de los demás [2], pero con el paso del tiempo, ha dejado de practicarlo, el poder del capitalismo, y el consumismo al que este conlleva, nos ha hecho inconscientes de las consecuencias que un “simple” acto puede implicar, la repercusión que este puede tener en la naturaleza, en nosotros mismos y en este caso particular en los animales.


El capitalismo como sistema económico predilecto en la sociedad, actúa como guía y orientador de las conductas y comportamientos que los individuos deben seguir para obtener un beneficio, una retribución o adquirir riqueza, ya que en este sistema el capital es la relación social básica de la producción. Con el tiempo lo anterior se ha traducido en el comportamiento humano a que no importan los medios a través de los cuales se llegue a un fin si el resultado genera beneficios. Ya orientado el eje del ensayo, lo que esto significa, es que a la mayoría de personas por el interés colectivo que se ha generado en el dinero y en la adquisición de bienes, ya no se preocupan de los medios que se practican por ejemplo en las granjas industriales para tratar los animales y la carne que de ellos se consume, sino que solo se dedican a comprar estos productos y otros a producirlos sin importar de qué manera al solo buscar una remuneración por brindar el alimento que ellos mismos y otros comerán.


Es por la manera de proceder anterior, que muchas personas se han levantado en contra de estas conductas y han generado el movimiento vegano, que no solo es un hábito alimenticio, sino como ellos defienden “una filosofía de vida” o “un comportamiento ético” que no tolera el maltrato animal que se ejecuta en muchos de los lugares en los que se trabaja para producir la carne dirigida al consumo del ser humano, ni tampoco la precariedad de condiciones en las que los mantienen. Sin embargo cabe resaltar que la insuficiencia y el impacto negativo de los tratamientos para la alimentación no está presente sólo en los establecimientos de procesos animales sino también en los de procesos vegetales; el reconocido naturalista argentino, Claudio Bertonatti explica que una característica inherente a la supervivencia de una especie animal, es el impacto sobre otra especie, así, la práctica del veganismo, tiene también una repercusión negativa en los animales, claro está, de una manera indirecta debido a que la plantación de cultivos vegetales tarde o temprano resulta afectando los distintos organismos animales por los productos que se utilizan para tratar estos cultivos; la ecología comprende que “no hay especie animal que no mate o no coma mediante la muerte de otros animales, directa o indirectamente”, y que “no existe el desarrollo humano con impacto ambiental cero” (El veganismo también mata a los animales, Semana) [3].


Así se comprende que el veganismo no se debería tomar como un imperativo ético puesto que esta filosofía aunque indirectamente, genera daños en el resto del conjunto animal no humano e incluso provoca la muerte de ellos. De hecho es una contradicción y asimismo una falta moral el defender una causa que contiene dentro de sí las consecuencias que presume aborrecer.


La problemática que gira en torno al consumo de carnes animales no humanas está dada más que todo en el contexto del maltrato ejercido por el mismo ser humano hacia estos, la solución que el veganismo propone, es dejar de adquirir y consumir alimentos de esta procedencia, para contrarrestar el impacto negativo, sin embargo las personas que siguen esta “ideología” representan dentro de la población mundial menos de la mitad y aunque poco a poco van aumentando en cuantía, aún su hábito no logra disminuir de forma considerable el gran daño al que se ven sometidos los animales. Existe otra intromisión del capitalismo en esta “ética”, y es clara al verificar que los alimentos de origen vegetal destinados casi exclusivamente para veganos, tienen un coste más elevado del que es común, la conexión que existe con este sistema económico, es de nuevo la preponderancia del dinero por encima de todo lo demás, el capitalismo se vale de filosofías de vida como esta y las utiliza a su favor, extrayendo siempre ventajas de los productos “especiales” como los que deben adquirir aquellos que defienden y practican el veganismo.


Para empeorar el campo general de visión, también es necesario hacer hincapié en que los veganos no se equivocan al pensar que en muchas zonas de producción y tratamiento de alimentos de procedencia animal (granjas industriales), los animales son maltratados y mantenidos hacinados en condiciones realmente atroces; por ejemplo “Las vacas, terneros, cerdos, gallinas, pavos, patos, gansos, conejos y otros animales son puestos en pequeñas jaulas o compartimentos muchas veces sin posibilidad de darse vuelta. Se los priva del ejercicio para que todas las energí­as del cuerpo conduzcan a producir carne, huevos o leche para el consumo humano. Se los alimenta con hormonas de crecimiento para engordarlos más rápidamente, se les mantiene vivos con grandes cantidades de drogas y antibióticos y se los altera genéticamente para que crezcan más grandes o para que produzcan más leche o huevos que lo que la naturaleza originalmente propone [4], todo lo anterior es realizado con el objetivo de sacar el mayor provecho posible de los animales, es decir, producir mayor cantidad de leche, carne, huevos, y demás, pero añadiendo también la rapidez y bajo coste por los medios en los que se realiza todo el procedimiento.


La alarmante situación solo deja claro que de cualquier modo el animal sufre un daño incalculable, que tanto el veganismo como el comer “normal” están guiados por patrones capitalistas que generan un gran impacto en la naturaleza y especialmente en los animales, sin embargo el proceso que lo afecta en mayor magnitud y directamente, es el proceso de tratamiento animal, sobrepasando por mucho la afección que genera el proceso de tratamiento vegetal, en esta medida, cabe defender que entre opciones perjudiciales, optar por el veganismo resulta menos pernicioso. No obstante, hay una opción aún no contemplada o bien poco divulgada.


Ahora bien, el juicio que realizan los veganos frente a la actitud de alimentarse a base de animales, es un juicio al comportamiento humano, en el que critican como el ser humano ha ido perdiendo la noción del respeto que antes permanecía inquebrantable dentro de las pautas del código moral, hoy en día, uno de los elementos que hacía al ser humano un ser de predominio, está más presente en los propios animales que en la especie humana, además reprueban la ignorancia de muchos que adquieren sus alimentos y desconocen la fuente de la que provienen, asimismo rechazan el egoísmo de aquellos que actúan en favor de su propio beneficio (económico) en vez de conciliar con el entorno y beneficiar a la mayoría, siguiendo por la misma línea, su planteamiento general está ligado a la defensa del no maltrato animal razón por la cual no consumen productos animales (ni alimentos y prendas de vestir, ni nada que tenga origen animal). En su juicio también introducen con inteligencia, leves rasgos positivos que destacan para vender la propuesta vegana.


A pesar de los fundamentos y argumentos del movimiento del vegano, no se puede olvidar que está científicamente comprobado que la presencia de la carne en la dieta del ser humano a lo largo de su vida es absolutamente necesaria; Benjamín Ramírez Forero, nutriólogo de la Pontificia Universidad Javeriana, Master Internacional en Nutrición y Dietética de la Universidad de León en España y  estudiante de PhD en Bioquímica y Nutrición en la Facultad de Ciencias e Ingeniería de la Atlantic International University, afirmó que : “el cárnico proveniente de vacuno contiene una serie de aminoácidos esenciales como son las proteínas que están ligadas al músculo esquelético del animal, las cuales están presentes solamente en ese tipo de carne”. Además, “sustancias como la creatina o las células satélite, provienen del bovino y cumplen una función proteica y transmiten nitrógeno, lo que permite que se ejecuten procesos bioquímicamente muy importantes para el mantenimiento del músculo esquelético propio del humano, además de reservar hierro, por lo que la no presencia de este alimento genera alteraciones en el desarrollo normal del cuerpo”. Finalmente el especialista afirma que: “Muchos nutricionistas o personas que se dedican a la nutrición en el país dicen que es exactamente igual consumir arroz con fríjoles o una porción de carne, pero no es lo mismo. Obviamente, el frijol tiene proteínas y si se complementa con un arroz, va haber una cantidad similar de aminoácidos, pero no son las mismas estructuras bioquímicamente y nunca van a ser las mismas biomoléculas. El cárnico no tiene comparación, no hay un alimento similar en cuanto a su carga proteica, de vitaminas y minerales, por eso es tan importante en todos los procesos de crecimiento y desarrollo”. [5]


Como consecuencia de todo lo dicho, es evidente que existen fundamentos para hacerse vegano, sin embargo, como mencioné anteriormente, existe una alternativa aún no propuesta o poco divulgada que es en la que creo como opción más viable. Viendo que la carne animal es necesaria para el buen desarrollo (en su componente proteico)  de todas las etapas del ser humano; de la misma manera, descubriendo la crudeza de la realidad que tienen que vivir los animales en las granjas industriales; además comprendiendo que la producción de vegetales consumidos tanto por individuos omnívoros como veganos, también es perjudicial para la salud de los animales; y finalmente de manera análoga, advertidos del irracional proceder humano guiado por la sistematicidad del capitalismo, el egocentrismo y la falta de código moral a la que conlleva, puedo concluir que no hace falta ser vegano para cambiar la atroz situación en la que actualmente permanecen los animales criados para el consumo, considero que hace falta la educación en conciencia social para que seamos personas inflexibles y rigurosas a la hora de adquirir nuestro alimento, cerciorarnos de que lo que consumimos pasó por un proceso sano y se mantuvo en dignas condiciones (en las naturales que son en las que todo animal debería permanecer mientras es criado), conocer el lugar en que habitaban estos animales durante el procedimiento y demás acciones que sean necesarias para comprobar que el animal no sufrió y que el alimento no está cargado con medicinas o componentes químicos (que pudo haberle dado el criador para sacar provecho de él); de esta manera contribuiremos a la exigencia de que las zonas donde se crían animales y se procesa su carne, cumplan con los reglamentos necesarios para que no exista maltrato ni interferencia con la naturaleza de la carne de cada animal; pero no sólo en las granjas industriales o comunes criaderos de animales, sino también en los lugares de cultivo vegetal. Además, también se debe generar conciencia sobre las actitudes negativas implantadas por el sistema económico predilecto en la sociedad, para no seguir estas conductas, tener un criterio bien formado y actuar de forma que nuestras acciones no perjudiquen al entorno y mucho menos a los animales.

Bibliografía
[2] Asesoría del profesor (en clase)


-Sara Díaz