El machismo no debe seguir siendo cultura
En el artículo De negar “la violencia del machismo” a negar “el machismo de la violencia”, publicado el 10 de septiembre del 2018, se hace un llamado de atención acerca de los distintos comportamientos, que se han presentado en los últimos años dentro de las sociedades en general, adoptados frente a una situación, que a lo largo de la historia ha vivido la mujer y hoy en día aunque en menor medida, sigue viviendo.
Para comenzar, se pone sobre la mesa el impedimento que genera el machismo del avance de la igualdad y la manera en la que muchos practicantes de esta ideología y forma de actuar, con sus argumentos vacíos opacan la crudeza y realidad de asuntos de inmensa gravedad como los homicidios de mujeres, poniendo como pretexto que los hombres que ejecutan dichos asesinatos solo se pueden clasificar como trastornados mentales o personas bajo efectos del alcohol o de estupefacientes. El resultado de lo anterior no es otro más que el desligamiento de las situaciones de violencia con el machismo, que es su autor.
Es ridículo concebir que los hombres que practican dicha violencia son trastornados, hablando en términos generales, debido a que el grueso de sus integrantes son personas del común que muy seguramente comenzaron con leves comentarios humillantes o despreciativos hacia su pareja, familiar, compañera de trabajo o mujer cercana (incluso desconocida). Muchos hombres hacen parecer este tipo de casos que se presentan día a día, como casos aislados o sumamente particulares cuando la agresión llega por ejemplo a la muerte, haciendo de esta forma que no se llegue al orígen, a la raíz del problema que esas situaciones representan, que claramente es el machismo de las culturas antiguas, el cual se ha trasladado a la modernidad y aún no se supera.
Diariamente todas las personas actuamos de manera machista o hacemos comentarios que indican este comportamiento, inclusive las mismas mujeres, sin embargo quiénes representan en una medida exorbitante ese modelo de actitud son los hombres, al ejercer la discriminación a la mujer, al ser esta quien posee la sobrerrepresentación en el desempleo, la pobreza, el analfabetismo, la precariedad de trabajo, la brecha salarial, el acoso, la agresión sexual, la violencia dentro de las relaciones de pareja, los homicidios y demás sucesos en los que casi exclusivamente se ve afectada la mujer.
La reflexión más notable que hace el/la columnista es la que lleva a la deducción de que el machismo y sus defensores se valen de argumentos falaces relacionados con comportamientos como el racismo o la xenofobia, al igual que de su discurso cuantitativo de que son una minoría aquellos que cometen feminicidios o graves agresiones, además de plantear sus conductas violentas, insultantes y humillantes como casos particulares (narcisistas, dependientes, impulsivos…) incompatibles con la definición, que contribuyen a la confusión y desvían totalmente la atención, además estos mismos son quienes no comprenden los objetivos de crecimiento en la igualdad que propone el movimiento feminista.
En contra de lo que creen los practicantes, el machismo brinda el punto de partida, el patrón general para que ciertos comportamientos se lleven a cabo, y posteriormente cada hombre actúa con base en esta actitud, aplicando sus características particulares, adicionalmente es necesario aclarar que el machismo no es solo una conducta, un comportamiento que ejerce una persona; ya desde hace mucho tiempo se consolidó como parte de la cultura social, creando ideas erróneas en el subconsciente colectivo, implantando valores equívocos y discriminatorios, estereotipando el papel y el comportamiento tanto de hombres como de mujeres dentro de una sociedad para luego llamarle a esta ideología, y a los agravios cometidos por la misma, “la normalidad”.
Como bien se menciona en el artículo, debemos dejar de hacer parte de aquellos que contemplan la realidad y comenzar a hacer parte de ella, actuando en consecuencia. Como mujer considero que es necesario educar a los hombres desde nuestro papel en la sociedad (hija, madre, estudiante, profesional…) en los valores de la igualdad, ayudarles a comprender que movimientos como el feminismo no intentan vulnerarlos, ni disminuir sus méritos, mucho menos atacarlos; acompañarlos en el descubrimiento de la equidad, comenzando desde nuestros ámbitos cotidianos, con actitudes tan simples como el buen trato, el respeto por igual a todos, el evitar usar expresiones insultantes o con humor machista para empezar a corregirnos desde lo más básico y así ir avanzando cada vez a niveles más profundos y complejos, asimismo, nosotras como mujeres, debemos empezar a fijarnos un poco más en la concordancia entre nuestros actos y nuestras palabras, porque si hablando se transmite, actuando se educa, con el ejemplo.